Las piedras con las que se han elaborado las series que forman Pool, al que su creado le añadido el subtitulo The alchemy of blue. Han sido previamente moldeadas por el mar y pulidas por el transcurso del tiempo.
Una combinación de factores que le resultó lo suficiente a Lizzie Buckmaster Dove, asidua a las playas que a lo largo de la costa que baña la población pesquera de Coledale en Nueva Gales del Sur en Australia. Para tras observar como el movimiento cíclico del oleaje.
De alguna forma tallaba la materia pétrea de los cantos rodados hasta reducirlos a fina arena. Una oda oceánica cuya experiencia se completaba cuando percibía su aroma a sal y el azul del mar.
Vestigios de un pasado más o menos que tras recogidas y lavadas ya en el estudio de su casa, aún conservaban parte de sus propiedades. Algo que inspiraba y guio a Lizzie para seleccionar las que reunía las más idóneas de ellas.
Para convertirse en las cuentas con las que posteriormente colgarían de hilos casi invisibles reproduciendo el oleaje que durante millones de años las depositaron en las orillas. Las obras se ofrecen como una especie de homenaje a los ciclos lunares y el poder de la luna para crear las mareas.
La alquimia azul (como la llama ella), no trata de la ruina. Sino de la transformación de la materia y por lo tanto de la energia. Conceptos cientificos que aplicados a la práctica artística adoptan un rol que le aproxima a la abstracción.
Y que en las piezas de representan un material concreto que se convierte en luz y forma. Parece flotar en una atmósfera casi surreal y magica. Producto de esta simbiosis, lo imposible se hace posible y la intimidad de las piezas individuales parecen desbordar la inmensidad del mar y el vasto cielo.