Según un pasaje de la mitología griega la isla de Procida a escasos cuatro kilómetros de la costa italiana de Napoles fue creada en época clásica fornando parte de las islas Flégreas cuyo significado en griego es Pithecussae, esto es, Islas de los Simios.
La verdad como siempre es que los primeros pobladores de esta isla perteneciente al archipiélago de las Flegreas a la que se llega a través de ferry (-aunque también tengo entendido de que existe un servicio regular por aire), fueron micenicos (entre otros muchos). Siendo víctima durante el siglo XIV del saqueo por parte de los vándalos, incorporándose definitivamente a la región italiana de Campania.
Un trozo de tierra anclado en definitiva en frente de la costa Amalfitana de apenas 0.4 de superficie cuyo interés turístico ha sido hasta relativamente poco tiempo secundario, estando siempre a la sombra de la omnipresente y glamurosa isla de Capri. Destacando quizás solo, por su excelente oferta gastronómica en la que además de su selección de pastas.
Para se subastados en la pequeña lonja del puerto local pudiéndose degustar en uno de los muchos restaurantes que hay a lo largo del paseo marítimo de Marina Grande o en menor numero situados en la principal vía de la isla, la calle Roma, que entre sus llamativas casas coloradas ofrecen menús relativamente económicos, formando parte de su casco histórico conocido como Terra Murata.
La isla de Procida frente a la ciudad de Napoles es la gran desconocida de las tres que forman el archipielago de las Flegreas, pero que sin embargo ofrece no solamente turismo turismo de Sol y playa, sino naturaleza y cultura.
Pero por si esto no fuera suficiente atractivo y nos apetece darnos un chapuzón, nos podemos acercar a una de sus numerosas calas compuestas de arena negra como la de Spiaggia della Chiaiolella, o visitar el islote de Isola donde se ha creado un espacio natural protegido y que llama la atención por presentar una forma de media luna con la cresta de restos de un antiguo cráter volcánico, que forma parte de los Campos Flégreos.
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Pudiéndose divisar la mayor parte del perfil de la isla que se extiende sobre el mar, o una de las muchas barcas varadas en la arena, que despiden ese olor característico a salitre que todavía se puede percibir en cualquier pequeño puerto que visites de la costa mediterranea al caer el Sol a media tarde, cuando los bañistas se disponen a dar por finalizada otra jornada de toalla, protector solar y sombrilla.