Comenzando por las que delimitan físicamente las miles de galerías que ocupan una superficie de 4.000.000 metros cuadrados, en los que cada día operan 75.000 comercios, en los operan cerca de 100.000 empleados y representantes de pequeñas compañias realizando cientos de miles de transacciones comerciales.
Datos tentadores que por ellos solos bastarían para rellenar un reportaje bien documentado, siendo el argumento perfecto a partir del que realizar un análisis mas o menos objetivo de cuales son aquellos parámetros que describen la China actual, ya sea en términos sociales, culturales o económicos.
Pero para los que sin embargo han sido secundarios en el trabajo de la joven realizadora Jessica Kindom, que ha enfocado todas y cada una de las tomas que forman parte de Commodity City a retratar a los trabajadores en su cotidianidad.
Aplicando una forma de filmar aséptica y por momentos minmalista en recursos técnicos, cuya distancia en lo asertivo recuerda por momentos a Obreros Saliendo de Trabajar de Lumiere. por lo que la mirada de esta productora y directora vocacional nacida de una pareja formada por una madre de origen chino, y un padre judeo-americano que le inculco desde niña su amor por el cine.
El documental Commodity City de Jessica Kingdon que se puede ver AQUI esta filmado bajo un prisma donde la critica se convierte en lírica, debido a la sensibilidad y habilidad con la que rueda una jornada de trabajo en el mayor centro comercial al por mayor del mundo.
Se limita a colocar la cámara de forma anónima como si su presencia no fuera un acto excepcional, y dejar que transcurran los acontecimientos, actos en su totalidad casuales, como atender a un cliente, tomar un refrigerio, reponer un producto o simplemente esperar detrás del mostrador a que alguien se interese por su gama de articulos.
UN REGRESO A LA INFANCIA DESDE UNA ÓPTICA ACTUAL
Es sin embargo esta carencia de guión y dialogos, el mejor hilo narrativo de todas y cada una de las facetas que toca el documental, un distancimiento necesario según Jessica para conseguir transmitir al espectador a través de una observación poco contaminada por los personalismos y sus expectativas, los cambios vertiginoso que ha experimentado la sociedad China en un breve plazo de tiempo.
Peaje que ha tenido que pagar a cambio de subirse al tren del progreso Occidental asumiendo buena parte de sus roles, donde el consumo representa el eje principal de sus relaciones cotidianas, desplazando las tradiciones que Jessica durante su infancia conocio en el transcurso de sus viajes esporádicos al lugar donde había nacido su madre.
Una transformación brutal de la que Jessica realiza una critica feroz, y que pese a no ser explicita subyace de forma sutil, como una sombra que se va extendiendo según avanza el metraje creando una atmósfera donde los comerciantes pierden su humanidad y su identidad mimetizandose con los expositores de productos que tienen a sus espaldas se exhiben colmados de baratijas de todo tipo.