Habría que remontarse a los primeros albores de la aparición de los primeros dispositivos de telefonía móvil, para encontrar un dabate ético y polémico, que haya suscitado tanta controversia en tantos ambitos.
Cómo el del supuesto déficit de privacidad que el usuario puede padecer, debido al desarrollo e incorporación de tecnologías de ámbito óptico y audiovisual. Las cuales prácticamente nos convierten en guionistas con potencial de trasladar la vida de un plano real, retransmitiendola en directo por streamer a millones de potenciales usuarios, que con perfiles en diferentes plataformas como YouTube o Twich, esperan con verdadera espectacion su dosis de cotidianidad encapsulada y multimedia.
Si cuando se comenzaron a comercializar los primeros prototipos móviles, el aliciente publicitario que se argumentaba para incitar al consumidor a la adquisición de una terminal móvil. Eran eslóganes que reforzarán la idea de autonomia a la par de la posibilidad de estar conectado todo el tiempo. Algo que como usuario e individuo te proporcionaba poseer un teléfono en miniatura cierto estatus social.
En pleno siglo XXI la principal motivación y por lo tanto gancho que utilizan tanto los fabricantes como las operadoras que ofrecen servicios de telefonía móvil. Reside en las capacidades de grabación y reproducción audiovisual que reúnen, especificaciones cada más potentes que convierten a una terminal, en poco más que un órgano que adosado nuestro cuerpo puede filmar o fotografiar cualquier indiscrepcion que suceda en nuestro entorno.
Cartel de una de las siete entregas de la serie SWIPE |
Reuniendo características multimodales y sensitivas que en muchos casos mejoran nuestros sentidos, aquellos que utilizamos de forma cotidiana en nuestras relaciones sociales y afectivas, y que son producto de una evolución que abarca un periodo de tiempo que se puede cuantificar en millones de años.
Tecnología que da la sensación que se encuentra en sus primeros estadios de innovación, y cuyo uso abre interrogantes cuyos frentes representan toda una piedra de Rosetta, cuyo debate tiene implicaciones muy diversas.
Distribuida y producida por el estudio Vertok, los siete cortometrajes que componen la serie SWIPE, pone al smartphone y sus posibilidades de uso, así como los dilemas éticos que plantea en un debate donde se cuestiona los límites del derecho a la privacidad del sujeto.
Que tienen que ver con una serie de aspectos como, nuestra intimidad, la gestión del espacio público. Como su uso casi compulsivo está modificando nuestra percepción de la realidad, u otros aspectos más intimos, que tiene que ver con patrones de consumo, o con la esfera entre lo que se puede considerar publico y privado.
Interrogantes cómo, las relacionadas con los límites de lo que es ético en relación a nuestra conducta como individuos en terminos socio/afectivos. Sobre qué derechos hay que legislar para preservar la tenue frontera que hay entre la itimidad, la discreción y el uso de la tecnologia en los espacios comunes o publicos.
En definitiva quien/es están facultados para ejercer el dominio sobre los entornos de comunicación y los flujos de información. Variantes de una misma pregunta cuya complejidad en principio puede resultar abrumadora, suponiendo un desafío tan sólo su planteamiento.
Pues hay tantas aristas como perspectivas e intereses desde que abordar este espinoso tema, como sujetos y opiniones. Una de las iniciativas más interesantes no sólo por tratar algunas de estas cuestiones, de forma más o menos profunda sino por emplear un discurso accesible y comprensible.
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Fue la que el director holandés Martijn Winkler plantea en 2018 a través de las siete entregas que componen SWIPE, sucesión de cortometrajes que versan alrededor del uso de smartphones desentrañando tanto los matices positivos como los más negativos.
En el primer capítulo titulado #eyewitness de esta multipremiada serie Martin ya nos pone en antecedentes, sumergiendonos como audiencia en una historia donde su protagonista Karim filma una serie de acontecimientos, lo que le convierte en unico testigo de lo que parece un atroz atropello en el que el autor se da a la fuga. Hecho presencial que en un determinado momento le pone en peligro inadvertidamente y de forma embarazosa.
Un corto que a lo largo de trece minutos de metraje, donde el teléfono es realmente el personaje principal, seguimos el incidente y sus secuelas a través de una serie de interacciones y notificaciones en el móvil de Karim, mientras revisa las imágenes que filmó a lo largo de la tarde se da cuenta de que está sosteniendo una evidencia del crimen en su cámara.
A esta primera toma de contacto y debido a la gran repercusión y gran aceptación por parte de un público cada vez más numeroso. Martin añadió de forma periódica otros seis títulos, en las que mezclando una estética de snuff/movie, y relatos que bien podrían ser algo más que sucedáneo de Black Mirror. Entregas donde la accion mostraba un discurso dirigido por su constante movimiento.
Trata de adoptar un papel por momentos equidistante cuyo compromiso se puede valorar en función del tema que aborda. Diferentes cuestiones como las relaciones afectivas dentro de la pereja, la tendencia de ser aclamado como un influence de éxito, gracias a la presencia en alguna de las muchas redes sociales existentes. O las crisis de identidad que puede suponer el no poder o querer adaptarte a las constantes y por momentos estresantes actualizaciones de una era, la digital, cuya síntesis y progreso frenético y vertiginoso nos desnuda como individuos ante los demás modificando la percepción que tenemos de eso que denominamos como realidad. Prometiendonos tantos beneficios como incertidumbres genera.