Choquequirao, el último refugio de la civilización Inca


Esixten lugares que por su singularidad poseen la dualidad de por una parte acaparar toda la atención, y por otra parte y debido a este exceso de atracción impedir que otros lugares de igual o más relevancia pasen desapercibidos. Ejemplos se podrían citar muchos, en muchos contextos y latitudes geograficas.


Uno de los más socorridos es el corredor formado por los macizos montañosos que componen los ocho miles que se suceden en la cordillera del Himalaya. Es raro que alguien pueda recordar algun pico más que el mítico Everest, cuya magnitud y literatura casi mitologica ha supuesto, que desplace a un segundo plano al resto de las no menos colosales cimas y que en el fondo la gran mayoría de ellas superan en dificultad la ascensión del gigante blanco.

Este agravio se repite en nuestro siguiente y definitivo destino, un área geográfica que abarca buena parte de los Andes Peruanos, y que por lo tanto comparte la característica de la altitud con las elevaciones del centro de Asia. Sin embargo el valle de Vilacabamba ubicado en el sureste del país aparte de albergar uno de los tesoros naturales más relevantes de Peru.

También presenta una condición análoga a la que hemos observado en los Himalaya, pero en este caso el matiz en la sobre-exposición se centra no en un accidente natural, sino en unos yacimientos arqueológicos construidos y habitados durante siglos por  la civilización precolombina de la comunidad Inca. En este caso todos (o casi todos), conocemos a alguien que emprendió la odisea de alcanzar y visitar los restos de la ciudad de Machu Pichu


Uno de los principales asentamientos habitados por los Incas, y que tras permanecer oculto a nuestros ojos. Fue finalmente descubierto y recuperado, convirtiéndose quizás en el principal enclave arqueológico por volumen de afluencia de publico en todo el continente americano. Honor que seguramente en no mucho tiempo tendrá que compartir con las nueve áreas arqueológicas que componen la ciudad de Choquequirao.


Enclave derramado sobre una loma situada que se sitúa a 154 kilómetros de Cuzco, más concretamente en las proximidades de la aldea de Abancay. El origen desde que suelen iniciar la visita aquellos "interprid@s" que desean acceder a un sitio que a día de hoy (y hasta que se inicien las obras por la que quedará unido a través de un teleferico que tendido sobre el valle de Apurimac le llevará a la localidad más próxima de y San Pedro de Cachora, que se encuentra a unos treinta kilómetros de las ruinas). Requiere algo más de planificación que lo que suele ser habitual cuando se programa una excursión a un sitio como este.

De hecho se recomienda invertir de dos a cuatro días en completar el trayecto que oficialmente tiene su inicio en un lugar conocido como Capurigo, un paraje dominado por el Nevado Salcantay. Cuya estampa parcialmente cubierta te acompañará a lo largo de los casi doce kilómetros que comprende el sendero que tras salvar un desnivel de casi mil metros finalizará cuando ante sus pies y veas las primeras terrazas de Choquequirao, o cuna de oro. 

Acceso a la plaza principal o Haucaypata donde se encontraba el área administrativa

En total la excursión serán dos días de intensa caminata por lo que será preciso hacer noche en un campamento refugio cuyo hospedaje está compuesto por una chozas y un servicio de restauracion. Por lo que cuando se arranca la caminata hacia Capurigo a eso de las seis de la madrugada se recomienda haber hecho acopio de fuerzas. En este podremos consultar un mapa que te ofrece diferentes sitios que te puedes a lo largo de la travesia.

Principalmente una sucesión de miradores como el de las Aves, el de la Bocamasa, o el de la Chiquisca, que se alternan con otros accidentes geográfica como playa Rosalinas una franja de tierra bañada por el río Apurinas donde se podrá hacer un alto en un trekking que por lo escarpado y sinuoso de su trazado es muy exigente hasta llegar a Rosa Alta y Marampata ante sala del centro arqueológico de Choquequirao.


Casi dos hectareas de superficie que equivale poco más o menos al treinta por ciento de todo el complejo, descubierto en el año de 1911 por Hiram Bingham. En total se compone de nueve sectores, entre los que destacan el centro político religioso, el sistema de fuentes y canales con acueductos, y el grupo de las portadas. 


Encontrada por casualidad por un explorador que se había propuesto descubrir definitivamente la ciudad de Eldorado. Choquequirao es un lugar de culto donde la aristocracia Inca se oculto de los conquistadores españoles, y que conserva entre sus piedras alguna de sus misterios.  


Sería conveniente apuntar al viajero que las connotaciones espirituales y carácter animista se perciben a cada paso que uno se adentra e investiga por los múltiples senderos. Donde la arquitectura vernácula ha sido construida a partir de encajar piedras talladas una encima de otra.


Lo primero que llama la atencion es la escasa altura de las viviendas de planta retangular de sus residentes, cuya distribuicion se establece alrededor de una explanada o plaza principal. Donde se observa algunos aperos de labranza que sus moradores empleaban en la actividad agrícola en la que eran extremadamente habilidosos. Los restos arqueológicos se distribuyen en la parte descendente del cerro Choquequirao y se agrupan a manera de pequeños barrios, un tanto separados de la zona ceremonial que se encuentra en la plaza principal rodeada por los edificios administrativos y comerciales.

Pues cabe recordar que lo que se presenta como un conjunto de construcciones parcialmente excavadas en la ladera de una ladera, protagonizó antes de que los colonizadores españoles la conquistarán, evangelizaran y finalmente exclavizaran a sus últimos clanes. Una intensa actividad comercial, esto debido a su ubicacion estratégica entre la metrópoli principal de Machu Pichu y la aldea de menor embergadura de Pisac, habiéndose encontrado numerosos restos en forma de objetos que fueron apresuradamente abandonados.

Fragmento de los murales de piedra con una porción de las 24 llamas representadas

La primera es de bajada hasta el río Apurina donde se hará escala en el campamento de Cocamasana  que con una altitud de poco mas 2700 metros será el punto más bajo hasta alcanzar los casi tres mil metros de altura, cuando por fin accedas a Marapanta donde se hará noche si has superado el mal de altura. Para atacar cuando la madrugada alumbra el día la última tramo en el que ya más sosegado puedes.

El círculo formado por los picos nevados Apus de Yanama, Ampay, Choquecarpu, Pumasillo y Panta, que se alzan en la vertiente del río Apurimac, en el distrito de Santa Teresa, provincia de La Convencion, en el Departamento del Cusco. Y con un poco de fortuna podrás observar alguna de las muchas especies que pueblan los alrededores. Que como no existe un inventario, no se sabe cuántas especies de plantas y animales existen en Choquequirao.


Aves majestuosas que surcan unos cielos limpios y que son el espacio aéreo del cóndor, el halcón, o el trogón (especie de apariencia tropical por lo que muchos la comparan con el Quetzal). Entre los mamíferos se han avistado felinos como el puma, cervidos como las tarucas, roedores como las vizcachas e incluso familias de osos que vagan por los bosques que flanquean los numerosos caminos que utilizan los nativos para transportar las toneladas de maíz y sus variedades.


El llamado a compartir en un futuro no muy lejano atractivo turístico con la capital Inca de Machu Pichu. La ciudadela de Choquequirao se muestra majestuosa e inexpugnable colgada entre nubes.    


Un cultivo ancestral que bien podría almacenarse en alguna de las despensas de la antigua ciudad, espacios angostos de los que sobresalen unas vigas por lo que se recomiendan tener precaucion. En el área Hanan o parte alta se ven huecos insertados en las paredes, que según los especialistas eran la última morada de las momias por lo que hacía la función de necropolis.

En muchos muros construidas a base de piedras oscuras en las que destacan el trazado de lanimales sagrados para los Incas como las serpientes a las que ellos denominaban como Amaru. Una representación en forma de zig zag que puede llegar a los veinte metros o más, compartiendo un espacio donde los acueductos dan cuenta del grado de desarrollo que habían alcanzado estos asentamientos de Incas, las teselas de llamas reproducidas a tamaño real sumando veiticuatro.




Creaciones abstractas que nos indican que aparte de ser un bastión militar que sirvió para protegerse de los tercios de tropas invasoras Españolas. Las cuales nunca llegaron a descubrirlos ni conquitarlos, y un lugar donde se observaban los astros. Habian tenido suficiente tiempo antes de sorpresivamente desaparecer de la region de desarrollar una expresión artistica a través de la que dejar constancia de su compromiso con el entorno natural el cual era venerado como algo casi sagrado.


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