HACE mucho tiempo, fui herida.
Aprendí
a existir, como reacción,
desconectada
del mundo: te diré
qué quería yo ser:
un artilugio capaz de escuchar.
Inerte no: inmóvil.
Un trozo de madera. Una piedra.
¿Por qué cansarme arguyendo, discutiendo?
Toda esa gente que respira en otras camas
difícilmente comprendería: son
incontrolables
como un sueño.
Por entre las rendijas yo miraba
la luna en el cielo nocturno
hincharse, encogerse.
Nací con una vocación:
dar testimonio
de los grandes misterios.
Ahora que he visto tanto
el nacimiento como la muerte, sé
que de la oscura naturaleza son
sólo pruebas,
no misterios.
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