Oigo lo que no oyen los demás,
pies descalzos pisando terciopelo.
Suspiros bajo el sello de una carta,
el estremecimiento de las cuerdas, cuando las cuerdas no tiemblan.
Huyendo alguna vez de la gente,
veo lo que no ven los demás.
El amor, vestido con la risa
que se oculta en las pestañas sobre los ojos.
Cuando todavía tiene copos de nieve en los bucles,
veo florecer la rosa en el rosal.
Oí al amor partir
cuando unos labios rozaron los míos por primera vez.
Quién, sin embargo, detendrá mi esperanza:
ni siquiera el miedo al desengaño
para que a tus rodillas no se ponga.
La más hermosa suele estar loca.
Jaroslav Seifert