Domingo Villar/Ojos de agua

Una llamada anónima realizada por un asesino pasa desapercibida en la redacción programa de radio semanal del inspector de policía Leo Caldas que la atribuye algún trastornado no dándole relevancia alguna, pero que sin embargo pronuncia una frase que es una evidencia, una confesión que conduce al autor de un homicidio. La novela ambientada en una capital de provincias en Galicia (España), nos sumerge en el ambiente taciturno de sus gentes de los clubs de Jazz tiñendo la trama con la melancolía que desprende la bruma tan característica en la costa la morte.

A esta atmósfera por momentos densa hay que añadirle la particular idiosincrasia de los lugareños, par los que  hay que desarrollar unas habilidades psicologías dirigidas a poder recopilar evidencias que conduzcan a los responsables de este execrable e incruento homicidio, que como en muchos otros casos se revolverá de  forma inesperada con un sorprendente giro fina. De fondo una melodía que no por clásica deja de sorprender, los perjuicios morales en relación a determinadas orientaciones sexual, que en este caso sirve como motivo de chantaje además de escarnio social y que sera su ocultamiento el argumento sobre el que gira conceptualmente la trama de la novela.

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