En La ciudad ausente, la maquina es testigo mudo de la historia, en una sala de un museo cobra vida desde el silencio, en el silencio y ante el silencio del olvido, la maquina producto del amor o su nostalgia, preserva la memoria, es la que redacta en episodios los acontecimientos de una Argentina que madura a la sombra de la tragedia y se despena en los mismos que la mantienen en un Dédalo de atribulados...
Causas, decisiones propiciadas por la soberbia y la vanidad, y en ultima estancia las consecuencias, no tomes decisiones guiado por tus emociones, a no ser que puedas compartir los gastos. La ciudad ausente como centro neurálgico donde se entrecruzan miles de vidas y sus respectivas circunstancias, todas producto de una época convulsa, hasta el extremo de que su supervivencia depende de las decisiones de otros, de terceros que sigilosamente, sibilinamente, de puntillas dictan las reglas te dejan jugar, pero maniobran ello, no hacen trampas, para que, lo tienen todo controlado o casi, que para el caso es lo mismo, al final en el mejor de los escenarios posibles un buen disfraz, eso sino se impusieron los principios y no supiste conservar la entereza, no la que otorga el silencio, sino la de saber estar a la altura de las circunstancias.
Ricardo Piglia, traza las calles por donde sus transeúntes encuentran callejones sin salida, en una ciudad idealizada y por esa razón la metáfora de ausente, poblada de referencias literarias en términos narrativos a figuras como Borges o Kafka, sus sombras omnipresentes enriquecen el discurso que a partir de este texto se convertiría en uno de los escritores mas personales de la letras Iberoamericanas.
Causas, decisiones propiciadas por la soberbia y la vanidad, y en ultima estancia las consecuencias, no tomes decisiones guiado por tus emociones, a no ser que puedas compartir los gastos. La ciudad ausente como centro neurálgico donde se entrecruzan miles de vidas y sus respectivas circunstancias, todas producto de una época convulsa, hasta el extremo de que su supervivencia depende de las decisiones de otros, de terceros que sigilosamente, sibilinamente, de puntillas dictan las reglas te dejan jugar, pero maniobran ello, no hacen trampas, para que, lo tienen todo controlado o casi, que para el caso es lo mismo, al final en el mejor de los escenarios posibles un buen disfraz, eso sino se impusieron los principios y no supiste conservar la entereza, no la que otorga el silencio, sino la de saber estar a la altura de las circunstancias.
Ricardo Piglia, traza las calles por donde sus transeúntes encuentran callejones sin salida, en una ciudad idealizada y por esa razón la metáfora de ausente, poblada de referencias literarias en términos narrativos a figuras como Borges o Kafka, sus sombras omnipresentes enriquecen el discurso que a partir de este texto se convertiría en uno de los escritores mas personales de la letras Iberoamericanas.