El París de Amelie, su particular país de las maravillas



Amelie es uno de esos clásicos de la historia del cine sobre el que no hay término medio, tanto para el gran público como para un espectador a título personal, se trata de una filmación que o se venera como si fuera la mejor producción jamás realizada. O por el contrario su título forma de cualquier top que reúna las movies más odiadas y denostadas.


De hecho si consultas estadísticas como las que hacen referencia a la taquilla estamos ni más ni menos que ante la cuarta película de habla no inglesa con más recaudación de la historia, alcanzando una cifra de más de 130000000 millones de euros y cerca de 23000000 millones de espectadores. Cifras abrumadoras y que en principio pueden desconcertar, pero si tenemos en cuenta que el relato detrás del guión nos sumerge en una historia donde su protagonista la actriz Audrey Tautou.

Encarna a una chica que se crea un universo propio a traves del que trata evitar el trauma que le causó un entorno familiar, digamos, disfuncional. Dominado por una figura paternal severa y por momentos autoritaria. Situación que provoca que decida finalmente emanciparse, proceso que coincide con los acontecimientos mundialmente conocidos, por los que Lady Di fallece en un accidente de tráfico mientras huía de una corte de paparazzis.

Hecho que provoca un profundo shock en Amèlie Poulan que en un momento determinado se crea una coraza de ficcion, trasladándose como Alicia en el país de la maravillas a un lugar diseñado a la medida de sus deseos donde ella se siente segura y protegida. Elementos representados en una diversidad de formatos y en innumerables ámbitos creativos, una fábula a partir de la que se pueda analizar la conducta del sujeto.

Y que al ser presentado en un formato narrativo y visual accesible permite que casi cualquiera persona independientemente de su edad o estatus social, pueda sentirte en mayor o menor grado identificado con las experiencias de alguien que para obtener unos mínimos ingresos se emplea como camarera en un viejo café parisino. Por cuyas puertas cruzan cada dia multitud de clientes.

Entre los cuales hay una galería de perfiles que obedecen a la causas más variopintas. Secuencias acompañadas por la banda sonora creada por un prácticamente desconocido Yann Tiersen. Melodías que describen lo peculiar de una personalidad. La de alguien que encuentra su particular puerta de salida que le permite evitar el peso del vacio y realidad pasando a otra dimension.

Facha de la frutería Maison Collognie donde Amélie realiza sus compras


En el cuarto de baño, donde por casualidad, escondida una caja que atesora los recuerdos de un niño. El cual la escondió allí cuatro décadas antes, acto revelador que propicia en Amèlie la firme determinación de embarcarse en la "odisea" de buscar a su legítimo dueño para devolverle aquello objetos que han permanecido en el anonimato hasta que ella los desempolvo, congelados en el devenir del tiempo conservándose prácticamente intactos.

Peripecias cuya trama nos permite como espectadores descubrir algunos de los pasajes, que forman de la parte más bohemia de la capital francesa. Localizaciones que no por resultarnos (en buena parte familiares) nos dejan de fascinar, pasajes a los que en la mayoría de las ocasiones no sabemos ponerles nombres y apellidos y mucho menos emplazarlos en su ubicación exacta, ni siquiera rastreandolos sobre un mapa.

Aunque en el caso de los responsables de producción que seleccionaron todos y cada de los puntos que se utilizaron como sets de rodaje, se decantaron finalmente por una cuestión de presupuesto por reducir drásticamente las distancias entre ellos. Por lo que es relativamente que los numerosos fans de las aventuras de Amelie, puedan recorrer sin por ello hacer un derroche de recursos.


Amélie es un clasico del cine que cuenta una historia de iniciacion donde el distrito de Monmattre contribuye a crear una atmosfera casi mágica para un film mitico. 


Pudiendo trazar un nexo de unión entre los diferentes lugares donde se filmaron las escenas, presentando un radio de acción relativamente corto, pues buena parte de ellos se encuentran en el Distrito VIII, más concretamente en el archiconocido barrio de Montmartre. Empezando por el Canal Saint-Martin, a cuyas riveras se escapa cada que puede para lanzar cantos rodados y verse reflejada en las aguas que cubren una distancia de cerca de cuatro kilómetros y medio, discurriendo su cauce entre los Distritos VIII y XI.


Quizás el primero de estos lugares iconicos sea por ponernos en contexto las sillas de madera y el toldo parcialmente inclinado del Café des Deux Moulins Situado en la calle Rue Lepic, detrás de cuya barra se afana una camarera inexperta en servir a los clientes, tanto a los asiduos como a los esporadicos. Un lugar que no deja de ser entrañable, cuya traduccion  significa "dos molinos de viento", denominación inspirada sin duda por la proximidad del Moulin Rouge y Moulin de la Galette. 


Muchos de los eventos más importantes de la película transcurren en este café y sus rincones complices, como por el ejemplo el rincón donde casi de forma furtiva se despacha el tabaco y artículos como mecheros, chicles y golosinas. Garita que es un territorio casi sagrado en el que además de ganarse la vida parece residir Georgette, uno de los personajes más emblemáticos y entrañables que interviene a lo largo de la cinta. Como anecdota comentar que en una de sus paredes hay un cartel de la pelicula.

Interior del Cafe des Deus Moulins lugar familiar y de encuentro par los seguidores de la pelicula 


Aunque en ninguna toma se ve que utilice medio de transporte alguno, la presencia del ferrocarril como unificador es un elemento que está muy presente en el metraje. Primero con las escenas rodadas en La Estación de Este. Terminal que cuando entró en funcionamiento en 1849 prestaba tan sólo servicio a través de dos vías y un anden, que unía a la capital de la luz con Estraburgo. Y en segúndo lugar por que Amelie encuentra un álbum de fotos tamaños carnet realizadas en el fotomaton de la estación, el cual pierde de forma fortuita Nino. Un joven que gasta su tiempo libre coleccionando estos pequeños retratos urgentes. Muchacho del que se enamora en el mismo instante que le ve, y el cual para ganarse la vida se dedica a (entre otras cosas) a trabajar en el Tren del Horror, empleo que complementa con los ingresos que obtiene en un sex shop.


Mientras que en la monumental Estación del Norte inaugurada en 1864, instalaciones por las pasan cada jornada más setecientas mil personas, aglomeración de gente que supuso todo un reto para el director Jean-Pierre Jeunet y su equipo. Que hasta ese momento no había rodado con más que unas decenas de operarios incluyendo los actores y extras. Rodando una escena en la que tras un fortuito encuentro con el joven con el que ya se había encontrado en la estación del Norte un par de días antes dandose a la fuga perseguido por un usurero.


Aunque hace más dos décadas desde el estreno de esta comedia protagonizada por Amélie, una joven de aire ingenuo que sin embargo representa una influencia para aquellos que forman parte de su círculo de amistades. Donde el paisaje urbano es tan sugerente como el humano, permitiendote recorrer aquellos lugares del rodaje más significativos y empatizar con su relato.

Nuestra siguiente escala aunque no tan monumental si nos embriagara con sus olores y sabores locales, con más de cien años de actividad la famosa tienda de comestibles Maison Collignon que se encuentra a la altura del número 56 de la Rue des Trois Frères, en la intersección con Rue Androuet. Un lugar situado en pleno corazón de Montmartre que te ofrece el género a pid de calle, aparte cuenta con un colección de objetos utilizados como atrezzo durante el rodaje.


Aunque se dudo hasta el último momento finalmente se incluyo el Santuario del Sagrado Corazon, uno de los monumentos más visitados de la capital frances. Más concretamente la escena donde se cita con Nino arranca a los pies de la basilica al lado del tío vivo, cuando Amelie le llama para darle instrucciones que el cumple aunque se muestra desconcertado. Tras subir a la primera terraza y verla a través de un visor que hay en el mirador desciende a por su álbum de fotos mientras observa la escena tras unas gafas de sol.



  
En el tramo final de este breve recorrido donde como ya hemos visto el paisaje arquitectónico desempeña un papel destacado, estando muy presente a lo largo de sus casi dos horas de metraje. Sin embargo este homenaje arquitectonico se rompe cuando la cámara se adentra en las instalaciones del parque de atracciones Foire du Trône, donde el paisaje cambia radicalmente. Áreas arboladas y jardines sirven como emplazamiento para que las atracciones y casetas tomen un sitio casi mágico donde Amélie recorre arropada una cita festiva que se estima tiene una datación de cerca de mil años de antigüedad. Teniendo lugar en Bois de Vincennes entre abril y mayo, aquí es donde Amélie va a ver a Nino, que trabaja en el tren fantasma. Un momento silencioso de ambigüedad entre los dos que ocurre cuando Amélie viaja en el tren fantasma y recibe una caricia de Nino, que está vestido como un esqueleto.


De vuelta a Montmartre, de camino al apartamento donde reside Amélie en el número 56 de la Rue des Trois Frères, ascenderemos por Rue St. Vincent. Que aunque parezca increíble fue un viñedo cientos de años atrás, cuando la mayor parte del distrito eran huertas. Siendo el lugar donde se inicia la película que cuenta las desventuras de una serie de personajes que tratan de evadirse de una realidad que en muchos casos les es ajena e incomprensible.


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