El retrato así como la versión más narcisista del autorretrato a lo largo de la historia del arte aparte de ser un recurso creativo muy empleado, a través de cuya praxis se ha representado la realidad a través de retratar tanto personajes notables como en menor medida personas anonimas.
Ha sido un anhelo e incluso un símbolo de estatus que indicaba tu posición en la escala social. Fundamento por lo que existían artistas que se dedicaban exclusivamente a hacer posar como si fueron modelos durante largas jornadas, a miembros de la aristocracia o de la clase dirigente.
Los cuales no les importaba desembolsar grandes sumas de dinero. A cambio de poder presumir de tener una pieza única en cuyo lienzo el protagonista era su semblante. Lienzo que le proporcionaría la oportunidad de alcanzar poco más o menos que la inmortalidad sino la gloria eterna.
Con la aparición de la fotografía a finales del siglo XIX el hecho de ser impreso sobre un papel fotográfico se democrátiza, hasta convertirse en poco más o menos que un hecho banal o trivial, que se automatiza perdiendo prácticamente el valor que tenía hasta ese momento.
Todos estos precedentes forman parte de la cronología los antecedentes que se pueden apreciar en las intervenciones del artista urbano Dan Bergeron con sede en la ciudad canadiense de Toronto que firma sus intervenciones con el seudónimo de Fauxreel. El cual contempla el espacio publico como un lugar expresivo en el que el sujeto retratado vuelve a recobrar el valor perdido antaño.
Fauxreel recién comenzado el siglo XXI utiliza el paisaje urbano para realizar sus retratos, humanizando al modelo que posa adoptando una posición natural e integrándolo de esta forma en el lugar con el que normalmente se relaciona.
Un buen ejemplo es el proyecto Toronto Brick a Brick, donde realizando en ejercicio de memoria, exponía los retratos de los trabajadores que habían desarrollado su vida laboral en una fabrica de ladrillos ya clausarada y en desuso desde 1.984, que en su momento de mayor apogeo proporciono formación y un puesto de trabajo para miles de personas.
Los retratados ya jubilados simbolizaban la actividad industrial en unas instalaciones declaradas en ruina, y que formaran parte de los nuevos equipamientos urbanísticos de la ciudad. Recuperan su identidad y la memoria humanizando el paisaje en el que han pasado la mayor parte de su vida.
En su proyecto Vespa Squarehead plantea cuestiones sobre el papel de la publicidad en el espacio público, el examen de la zona gris entre el arte callejero, graffiti y la publicidad tratando de hacer conexiones entre los productos y las identidades de las personas. Para eso sustituye la cabeza del retratado por el manillar de una Vespa. Completando una serie de trabajos que plantean y examinan las diferentes identidades que puede adoptar el individuo en la sociedad de consumo actual.