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Gilbert Garcin fotografía lírica en blanco y negro



Desde que comenzo a realizar sus fotomontajes, ya se había jubilado en su puesto de trabajo que desempeñaba en una fabrica de lamparas. De hecho fue a raíz de disponer de mas tiempo libre cuando Gilbert Garcin encontró en la fotografía el medio idoneo para expresarse. 


Esta vocación tardía por querer congelar la realidad en imagenes afloro cuando no suele ser habitual a los 65 años, cuando por casualidad, sin proponersolo encontro en un cajón de sastre una vieja cámara. Con cuya presencia en principio no se sentia excesivamente entusiasmado, pero con la que tras completar un periodo de familiarizacion.

Se convertio en un apéndice de su ser, en poco más o menos que sus ojos. A través de la construía su relato vital y socio-afectivo, siendo la misma cámara con la que todavía sigue realizando fotografías. Instantáneas de carácter doméstico e intimo en las que los protagonistas. 


Se limitan a el como conductor de la acción y a su mujer que adopta un rol más pasivo y complice. Realizadas de formas tradicional casi artesanal, su metodología de trabajo se aleja de las vanguardias digitales, según el nunca ha probado con un photoshop ni programa de tratamientos de imagenes similares. 

Quizás el proyectar el resultado final de la fotografía en su cabeza, utilizando como principal herramienta su imaginacion, es lo que le confiere a su fotografía personalidad y una identidad creativa muy definida y reconocible. Siendo producto de un proceso de maduración previo, cuyos mecanismos introspectivos propician que se genere el contexto en el se fragua la instantánea.


El resultado son series de fotografías definidas por la mordacidad, la ironía, el surrealismo. Que narrativamente permite al espectador relizar su propia versión, imágenes en las que la tenue frontera entre el espacio y tiempo queda reflejada de forma sutil y tenue, traslandote a su universo particular.


Relato estético en el que la lírica de la imagen es lo esencial en cada toma, la mayoría caracterizada por una atmósfera en la que destaca ese aire de nostalgia, la que quizás tiene su origen en la infancia, con  la que establece un diálogo que conduce al sueño y lo onirico.

En blanco y negro Garcin crea un mundo en miniatura, un "pequeño teatro interior" basado en la idea de lo "absurdo de la condición humana", pequeñas historias personales que reciclan derrotas y fracasos. Garcin introduce un personaje en el "escenario" llamándolo desde su interior. 

Es fascinante ver como sus representaciones a pequeña escala pueden captar las ideas más grandes de la filosofía. Curiosamente, su trabajo ha sido utilizado para ilustrar libros de texto de filosofía, proporcionando una visualización universal de nuestros propios rasgos y conductas que a su vez nos anima a pensar sobre nuestra humanidad.