Las esculturas orgánicas del artista Federico Gomez vinculan la materia prima empleada en su elaboración a la formación de una identidad, ya sea residuo forestal o troncos caidos. El los adopta como hijos para a través de la forma de un árbol narrar en primera persona lo que percibe.
Tejiendo una experiencia que comparte de forma visual con los demás seres vivos, gesto con el que sella su compromiso con su entorno natural. Dictado en clave ecológica el mensaje viaja a través de la transformación del paisaje donde se ubica cada pieza.
Inspirado en la naturaleza y en todos y cada uno de los elementos que la habitan dotándola de su logica, el percibe cada escultura que realiza como un totem. A través del que contemplar el mundo con cierto sosiego y tomando la distancia necesaria.
UN VIAJE CONTEMPLATIVO DESDE LA GENESIS DE LA NATURALEZA
Que recuerda salvo matices puntuales al arte rupestre, por lo menos en cuanto al ritmo y su expresion. Que se nutre del arte étnico ancestral para conectarnos con nuestro pasado y mostrarnos como puede ser nuestro futuro.
La elaboración de cada pieza por lo tanto, supone aplicar altas dosis de templanza. Pues tiene mucho de técnica artesanal suponiendo un proceso laborioso, donde las características del entorno suponen una gran influencia en el resultado final.
Nacido en Madrid, reside en la localidad de Bustarviejo, donde Federico tiene el entorno apropiado rodeado por bosques y en plena sierra madrileña donde trabaja en la calma. Tallando ejemplares de arboles cuyo resultado final, ya sean obras individuales o conjuntos escultóricos describen un viaje de ida y vuelta.
Donde las raíces y la identidad suponen una travesía donde el medio natural siempre esta presente. Manifestándose en cada oquedad, en todas y cada una de las siluetas y la fragilidad que representan ante nuestros ojos.