Rafael Ramírez Heredia/La esquina de los ojos rojos

En la esquina de los ojos rojos existe una capilla, en la que las victimas con nombre se tallan en una cruz, mientras que los anonimos son representados por una muesca, mientras tanto los graffiteros describen a través de sus intervenciones urbanas, la cruda realidad a la que se ve avocada la sociedad mexicana, sobre todo aquellos extractos sociales que pertenecen a la clase baja, la que reside en condiciones precarias en barrios destructurados y que son la carnaza que emplea los grupos de narcos para llevar a cabo sus delitos. Trafico de drogas, extorsión, asesinatos, ajustes de cuentas, violación, chantaje, corrupción política y moral, y por ultimo la venganza sustituye a la justicia, todos estos elementos coexisten en un drama con tintes shakespearianos que nos realiza una radiografia pormenorizada y ajustada a la realidad de las consecuencias de una situación desbocada que esta desangrando a una nacíon, en definitiva la crónica de una muerte anunciada en la que la mayoría de los personajes se transmiten  la misma enfermedad, convirtiéndose en piezas de un engranaje donde simplemente son los peones en una partida en la que tienen asignados el peor de los destinos.

Afuera, en las calles, las hadas rondan sus maleficios, usted puede formar parte de ellos pero prefiere observar que en las aceras y con movimientos recurrentes la basura se agrieta, se abre y de ella afloran manos y cuerpos que se extienden en plenitud buscando los restos del alcohol en el confín ilimitado de sus ansias. Aunque ya lo sabe, usted aguarda a que el Escuadrón del Finamiento abra su cripta de basura, despliegue sus harapos y sus olores antes de corear cantos que invocan a los ángeles de la inmundicia. No es sencillo distinguir el instante en que los teperochos emergen de los volcanes de deshechos porque todo es parte de una oscura escenografía, en la opacidad, usted también mira a los grafiteros portando pilots, unis, rotuladores. Armas para describir la vida, ellos y usted intentan descubrir algún trazo de brillo en los ojos de los teperochos, algo vital en las costras de mugre que enmascaran la soledad de la noche. Han salido, los que conocen los ruidos secretos del barrio saben hacia donde se dirigen como si llevaran una onda transmitida en silencio sin tiempo, pero usted, que se enturbia entre las fachadas de las vecindades, que se cubre tras los postes de la luz, no sabe que esta sucediendo...

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