Efraim Medina Reyes/Érase una vez el amor pero tuve que matarlo

Un país Colombia, dos destinos Bogota y Ciudad Inmóvil y el deseo de escapar de una realidad por parte del protagonista, un antihereo que se siente desubicado y que trata de evadirse de lo que le rodea, de lo que conoce que no es mucho y sobre todo del futuro, que el vive mediante sus amigos y sus familiares mas proximos tomando conciencia de lo que le espera. En esta huida hacia delante conoce a una chica que se convierte con la que comparte un viaje hacia la madurez, con ella saboreara el sexo, el amor,  la felicidad, también la amargura y acabara perdiendo su inocencia además de su centro de gravedad. Paraleramente se narran las aventuras de dos iconos de la historia del Rock malogradas como fueron Sid Vicious (Sex Pistols) y Kurt Cobain (Nirvana), con las que el autor crea un juego de espejos en los que el protagonista se ve reflejado, recurriendo mediante efemerides que de alguna forma le sirven de guia y a la vez que de bálsamo.

Lo que recuerdo es el brillo de sus ojos y luego la huella de su voz en la estrecha oscuridad. Los besos colgaban de la asustada superficie como relojes de Dali y caían en los huecos sin duendes y luego sentí su acre olor dentro de mio y me comí su olor y el corazón de su olor... Las manos se repitieron hasta el cansancio y había mas manos que lugares para ellas, y también algo de sangre y lágrimas y moco sobre el resplandor de su cuerpo. No se si fue bueno, se que fue arduo y único. Los otros detalles se los trago la ansiedad.

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